lunes, 16 de noviembre de 2009

PRÓLOGO


Cuando alguien me pregunta: ¿qué te llevarías a una isla desierta? siempre suelo responder que, entre otras cosas, sin dudarlo, un libro.
Un libro puede acompañarte en tu vida, recordarte a quien te lo regaló, introducirte en mundos hipotéticos, puede conseguir emocionarte u horrorizarte, hacerte meditar y dialogar con el autor…
Sin embargo, es éste un libro sin altas pretensiones, que intenta adentrarte en una historia real, una historia que puede ser la tuya, la de tu hermano o un amigo que hace tiempo que no ves. Simplemente anhela entretener y mostrar que la realidad de un relato -que en ocasiones no es tal, sino ficción- se acerca a tu realidad, se asemeja a tu vida.
Juan es el protagonista y es tangible, asequible, cercano. Es un hombre que duda, es desordenado, siente deseos inconfesables, se acerca y aleja de la realidad, anda y desanda la vida. Él sencillamente vive (o, tal vez, sobrevive), como tu, como yo…como todos. A veces, sabe hacia donde dirigirse, en otras ocasiones duda, sin embargo, siempre continúa su sendero, pues cada uno de nosotros está en la tierra para descubrir su propio camino y jamás seremos felices si seguimos el de otro.
Y allá donde te encuentres, tal vez en un tren viajando hacia otra ciudad, en una biblioteca abarrotada, en el autobús yendo a cualquier destino o en una isla deshabitada, podrás contar con Juan para hacerte olvidar por un momento, o hacerte recordar otros tantos, que nuestras vidas se parecen, se aproximan, se entremezclan.
Ahora solo quedas tú, querido lector, ante cientos, más bien miles de vocablos, y solo tú podrás decidir si seguir o parar, pues, sin dudarlo, eres semejante a un eco, que siempre dice la última palabra.

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