viernes, 4 de diciembre de 2009

CREER EN LA IGUALDAD

ARTICULO DE OPINIÓN


La no igualdad de la mujer no es más que una “violencia de género” que se nos presenta disfrazada en una multitud de facetas en la vida.
¿Qué nos diferencia al hombre y a la mujer? ¿Acaso no nacemos iguales? Indudablemente sí, nacemos de igual forma, sin embargo, todo lo que nos rodea nos hace “mujer”.
Por un lado, la educación que recibimos, construida a lo largo de toda la historia, crea una serie de estereotipos que nos van condicionando hasta adquirir una conducta femenina o masculina.
Por otro lado, la sociedad nos inculca comportamientos y formas de actuar en nuestra vida que consideramos naturales pero que, sin embargo, hemos asimilado en el proceso de socialización, todo ello, por supuesto, desde una perspectiva androcéntrica.
Podemos recordar, de nuestra historia actual, ciertos datos que reflejan hasta qué punto soportamos este lastre cultural. La obligación de la mujer a “obedecer a su marido” era uno de los preceptos del código civil español vigente hasta 1954, esto representa que la violencia de género es una violencia institucional y social.
No hay más que ver el mercado laboral en el que a igual puesto, salario inferior. Por el mero hecho de nacer mujer hemos de encontrarnos con un sinfín de obstáculos,como si de una escalera se tratase, en la que cada peldaño es más alto y empinado que el anterior. Mientras tanto, podemos observar a compañeros ascender por otra, paralela a la nuestra, casi en su totalidad automática.
En muchos debates se oyen propuestas para facilitar la maternidad apostando por permisos o excedencias que van de 1 a 2 años, presentándonos como ejemplos algunos países europeos; pero indudablemente, no debemos caer en la burda copia de acciones de otros, al menos sin analizar sus pros y sus contras.
Pensemos que para algunas profesionales como doctoras, científicas, investigadoras…este plazo de ausentismo no haría más que retrasar su ampliación de conocimientos profesionales, su puesta al día en adelantos científicos… y, en definitiva, empañarían un curriculum frente a otro de distinto sexo.
Si ya igualamos o superamos en número a los hombres en las universidades, si ya obtenemos titulaciones ¿por qué aún no estamos en igual medida reflejadas en las élites profesionales?
No quisiera caer en el tópico de que todos los hombres son machistas, pues no todas las mujeres son feministas, pero hora es ya de no tener miedo a adquirir responsabilidades profesionales y no permitir que nuestro reloj biológico nos determine y frustre nuestras aspiraciones.
Debemos asumir responsabilidades, ser valientes y no permanecer en la sombra, pues creer en la igualdad es no tener miedo a equivocarnos.
Cierto día un hombre me dijo: el problema de la igualdad comienza en vosotras, no esperéis a que os la den, es vuestra, pero debéis creer en ello. He de reconocer que en esto acertó aunque…en otras se equivoca, como yo…porque somos iguales.

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