sábado, 9 de enero de 2010

EL ESPÍRITU ETERNO



Prólogo

Los aromas de la infancia nos envuelven, las aventuras y juegos de la niñez están presentes, los sonidos y palabras de antaño retumban en los oídos e irremediablemente se apoderan del hoy; los destellos del ayer explotan en tu cerebro a través de imágenes que se interponen velozmente.

Todo sucedió, todo terminó, todo sucumbió. La muerte apareció, una serie de circunstancias, contra las que no puedes luchar, hacen conjunción y desintegran todo aquello que te acompaña. Y el dolor te destruye, tu piel y tu alma se tornan etéreas cenizas…y huyes, de la luz, de la vida, de la tierra, de ti misma. Y apareces en otra realidad, pero te sigue acompañando la muerte, sin embargo, sigues aferrándote a la vida. Y renaces desde la destrucción, los jirones de tu piel se forman y transforman, se vuelven luz y sonido.

Todo es un sueño, tu vida lo es y la mía, un sueño…
Los sueños a veces se entremezclan con lo real, te succionan y te llevan a un mundo de imágenes luminosas, descabelladas, tormentosas.

Vuelves al pasado y escarbas entre los restos inertes, y te alejas de nuevo al encuentro de lo cotidiano, de lo humano. La esencia persiste pero estalla ante los espejos que te devuelven a la realidad, una realidad que lucha por emerger, que se entremezcla con lo existente y lo virtual, que te aprisiona, te ahoga…te aniquila.

Intentas apoderarte de la luz de la vida pero descubres que forma parte de ti, una luz brillante que emana e hipnotiza, que aprisiona y destruye, una luz que permite viajar, que permite volar, hacia otros tiempos y lugares, hasta encontrar nuevas sensaciones, un resplandor que por fin ilumina y da sentido a todo, un fulgor que refleja tu espíritu, un destello que habla de vida y de muerte.



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